La cabeza es muy compleja y la vida muy simple.
Con una cabeza compleja resulta muy difícil entender una vida simple y sencilla.
Un niño la puede comprender mejor. Mantiene una relación con la vida. Un poeta la comprende mejor.
Mantiene una relación. Un místico la entiende mejor, su comprensión es muy profunda porque aparta su cabeza a un lado.
Mira a través de los ojos de un niño. Aborda las cuestiones maravillándose, asombrándose.
Se sorprende a cada paso. Carece de ideas, no tiene ideas que proyectar. Carece de prejuicios: no es hinduista, ni musulmán, ni cristiano.
Simplemente es. Su corazón palpita, y es tierno.
Ésos son los requerimientos necesarios para saber qué es la vida.
La vida es muy simple.
De vez en cuando aparca la cabeza, decapítate, mira sin nubes en los ojos... sólo mira.
De vez en cuando siéntate a la vera de un árbol... y sólo siente. A la vera de una cascada... escucha.
Túmbate en la playa y escucha el fragor del mar, siente la arena, su frialdad, o mira las estrellas, y deja que ese silencio te penetre.
Observa la noche oscura y permite que esa oscuridad aterciopelada te rodee, te envuelva, te disuelva.
Ése es el camino del corazón sencillo.
OSHO